El vampiro en la postmodernidad
El impacto mediático de la saga Crepúsculo es un arma de dos filos. Pocos entienden su éxito, muchos lo cuestionan, pero nadie permanece indiferente.
Mariana Dávila
El 2 de junio del 2003 fue un día en el que no pasó nada fuera de lo común: ninguna noticia se robó los encabezados de los periódicos, nada alteró el orden habitual en el que sucedían las cosas y sin embargo para la estadounidense Stephenie Meyer todo cambió. Esa fue la fecha en que, tras despertar del sueño que le daría vida a la saga más famosa de los últimos años, comenzó a escribir lo que hoy se ha convertido en uno de los libros más aclamados de la década: Crepúsculo. Publicado en el 2005, se convirtió casi instantáneamente en un éxito de mercado. A sólo un mes de su lanzamiento ya se había posicionado en el número cinco de la lista de bestsellers del New York Times. Ese mismo año fue nombrado por el Publisher’s Weekly como el “mejor libro para niños”. La novela se convirtió en la más aplaudida del 2008 por los medios de comunicación y, hoy en día, ha vendido alrededor de 17 millones de copias en más de 20 idiomas y cuenta con tres hermanos siameses: Luna Nueva (2006), Eclipse (2007) y Amanecer (2008).
¿En dónde radica su encanto? ¿En la historia que no escapa a los lugares comunes? ¿En la manera en que está escrita? O más bien ¿en la campaña publicitaria que se ha encargado de enaltecerla? La cuestión resulta dudosa. Lo cierto es que amada u odiada, pocos son los que permanecen indiferentes al fenómeno mediático en el que se ha convertido. Entonces ya no habría que buscar las razones del porqué de su impacto sino tratar de hacer un bosquejo de cuál ha sido su influencia y cómo ha repercutido en el forjamiento de la imagen actual del vampiro.
De monstruos a galanes
Según su definición más elemental, un vampiro es un cadáver reanimado que subsiste alimentándose de la sangre de los seres vivos. Su existencia se remonta a eras casi tan olvidadas como los recuerdos de la infancia. En un principio su aparición era exclusiva de las regiones eslavas. De todo esto me informa Héctor Sandoval, un ávido conocedor del tema y perteneciente a la subcultura gótica, movimiento que ha incorporado ciertas características de estas criaturas a su ideología.
Aunque siempre han existido leyendas y anécdotas de vampiros, su incursión en la literatura no se da si no hasta finales del siglo XVIII. Entre las obras más importantes perfilan El Vampyro de Polidori, que viene a marcar una nueva época pues instaura la imagen del vampiro aristocrático que tenemos hoy en día, y Drácula de Bram Stroker. Esta última es sin duda la más importante para el género y una de mis favoritas, me dice.
Hace una pausa, se mira las uñas afiladas, luego se yergue en la silla. Sus movimientos son elegantes y recuerdan, por momentos, a esos seres que tanto le fascinan.
Le pregunto qué piensa acerca de Crepúsculo y su sonrisa se desvanece. Le parece patético y triste lo que esa saga ha hecho de los vampiros, ni siquiera considera que a esos personajes se les pueda clasificar como tales.
-Es ridículo si lo piensas ya que no hay nada en ellos que los ate a las míticas criaturas a las que me referí hace unos segundos. Seres que brillan y no matan y están meramente envueltos en dilemas juveniles. -Se calla y ríe. Recomienza- Esa mujer mató en un instante todas las construcciones que hacen a los vampiros interesantes y simbólicamente atrayentes.
Luego establece que no le parece que esté bien que alguien, que ha reconocido carecer de conocimientos sobre la cultura vampírica, se siente a escribir de algo que no entiende llamándolo por algo que no es, en vez de describirlo por lo que sí: un mal drama de secundaria.
-Tal vez si Meyer se hubiera tomado la molestia de indagar en el tema antes de atreverse a trastocarlo su obra no sería tan mala. Es probable que de esa manera hubiera comprendido que lo que hace tan bellamente trágico al vampiro es que actúa como un espejo invertido de lo que somos. Y lo que lo hace tan cautivante es esa manera, algo cruel, que tiene de vincular al amor con la muerte de manera fatal.
Héroes de papel
Somos una cultura visual, contamos con más imágenes que ideas, con más productos que emociones. En un mundo donde los medios dictan la conducta de los individuos no es de sorprender que todo lo que sea suficientemente atractivo para recibir su atención deba ser consumido. Tal es el caso de Crepúsculo. En esto concuerdan Pamela Gutiérrez y Ana Lucía, quienes sienten fascinación por la saga.
-Era algo que estaba en todos lados, era difícil no enterarte de su existencia o no sentirte atraído por la trama de la que todos hablaban.
De primera impresión uno infiere lo mucho que difieren las personalidades de las entrevistadas, asume cuanto varían sus gustos. Sin embargo, su postura en torno a la novela de Meyer resulta tan parecida que podría tratarse de la misma persona. “Sí, es literatura porque se expresa en palabras. Sí, es recomendable porque divierte. No, no es innovadora pero hoy por hoy ¿qué lo es?"
-Desde que tengo memoria leo acerca de vampiros. Mi primer acercamiento al tema fue a través del libro Má y Pá Drácula del Fondo de Cultura Económico y de los poemas de Goethe y Baudelaire. Por supuesto estoy familiarizada con la obra de Bram Storker y Anne Rice. Por ello me atrevo a afirmar que ha sido ésta última y no Stephenie Meyer la que ha venido a revolucionar la estética vampírica original. Lo único que ha hecho Meyer es modernizarlos, haciéndolos vegetarianos y tintineantes. Me dice Pamela mientras Ana establece que quizá lo que encante a tanta gente sea la trama.
-Plantea una historia de amor prohibido. Esto siempre resulta atrayente para las mujeres ya que, en menor o mayor medida, todos nos identificamos con el tema en algún punto de nuestra vida. Hablar de relaciones duraderas, compromiso y fidelidad en una sociedad que aparentemente ha erradicado estos valores resulta refrescante. Por eso no es de sorprender que Crepúsculo cautive a las jóvenes ofreciéndoles fantasía en un mundo repleto de realidades aplastantes.
Vivimos en un tiempo en donde las distancias son reducidas y la información omnipresente. La comunicación es facilitada por dispositivos electrónicos y la felicidad es vendida en cada rincón. Nunca nos hemos sentido más solos. El fracaso de la postmodernidad nos arrastra inevitablemente a la ficción. Necesitamos héroes de papel, personajes entintados a los cuales aspirar.
-No asombra que muchas mujeres busquen imitar a Bella, considero que la autora ha sido sumamente inteligente pues ha hecho de su protagonista a un personaje bastante hueco. Por lo que casi cualquiera se puede identificar con ella ya que, inconscientemente, la va dotando de la personalidad de la que carece con la suya propia. Establece Ana
No hay nada de malo en tener ídolos, pero ¿qué pasa cuando éstos en vez de salvarnos nos condenan? ¿En qué punto los modelos aspiracionales presuponen un peligro? El arquetipo de la damisela en peligro se remonta a las historias del amor cortés. Sería un error tratar de imitar su conducta y esperar los mismos resultados. Meyer no ha creado a sus personajes con ese afán, éstos son un reflejo de la sociedad patriarcal en la que vivimos y eso no es culpa de la autora si no de un problema social más complejo.
Caldo de sangre para el alma
Para la RAE, la literatura es el arte que emplea como medio de expresión una lengua. Según Jesús Coss, maestro de letras, ésa es una definición obsoleta e insuficiente.
-Negociar con el arte es una moda capitalista, presuponer que todas las oraciones son significativas, un error. Crepúsculo es un excelente estudio de mercado y un pésimo libro. Decir que es literatura por el mero hecho de capturar palabras en papel es como decir que todo lo que está escrito, sea un texto científico o una columna de astrología también lo es. En este caso las cifras no miden la calidad de una obra ¿a mí qué me importa que Crepúsculo haya vendido 17 millones de ejemplares o dos? ¿No son acaso las piezas maestras de la historia aquellas que en su momento fueron incomprendidas y satanizadas?
Al igual que Jesús otros expertos en literatura (Tania Favela, Luis Felipe Fabre) establecen que pocos son los bestsellers que escapan a los intereses del mercado global.
-En la mayoría de los casos, dedicarte a las letras no deja mucho dinero por ello uno debe ganarse la vida de otra forma pero jamás comerciando con lo que supuestamente ama como lo hacen Meyer, Paulo Coehlo, J.K. Rowling o hasta García Márquez. Más que aspirar a lo estético, la meta final de Crepúsculo es vender. La literatura como toda verdadera alta cultura es elitista y excluyente, sólo está al alcance de unos cuantos. Como puedes observar el libro de Meyer pertenece a la cultura de masas. Es divertido y fácil de leer mas no busca transformar por lo que cae en del lado del entretenimiento y no del arte.
¿Diversión o literatura?, ¿no acaso la segunda engloba a la primera?, ¿importa realmente si la saga cumple con su cometido que es entretener? Poco afecta que sus letras no sean significativas para los expertos si, al final, para la gran mayoría resultan seductoras.
Psicología sangrienta
Ana María Morales y Óscar Martínez se imponen ante las voces que llenan el auditorio. Este 30 de abril han venido a hablar a los estudiantes de la Ibero acerca de vampiros. Comienzan haciendo un recuento de su evolución mediática y simbólica, continúan ligándolos a la psicología. Este punto salta a la vista, los receptores se encogen de hombros, sorprendidos por no haberse percatado antes de cuanto estas criaturas resultan una extensión de sí mismos.
-Las características de los vampiros son forjadas según la época por ello responden a la ideologías de la humanidad en un momento determinado. Sus características son cambiantes; en la antigüedad éstos eran seres ruines y decadentes, eran la causa de las epidemias y a través de ellos se buscaba explicar el surgimiento de plagas. Durante la Edad Media sirvieron para que los sistemas de poder, más específicamente la iglesia, reforzaran su discurso de control; la religión convirtió a los vampiros en esos cadáveres que regresaban de la muerte porque en vida habían sido herejes o se resistieron a abrazar el cristianismo.
A partir de la modernidad los vampiros empiezan a ser percibidos como seres seductores, ligados al erotismo y la sexualidad. Se vuelven una metáfora del narcisismo humano y otros complejos freudianos. Son la personificación del mal que se gesta hasta en el mejor de los hombres, aquel que lo refiere a sus deseos más primitivos. En todos estos puntos hace hincapié Ana María.
Entonces, si estos personajes portan partes de nuestra identidad uno se plantea ¿a qué responde ésta en plena postmodernidad? Para obtener una respuesta basta con analizar Crepúsculo. Dejando de lado la cobertura mediática que ha recibido y toda la parafernalia que se ha generado a partir de la saga, su popularidad tiene que ver también con que satisface las necesidades de la sociedad.
-La cuestión no deja de ser preocupante si se toma en cuenta que los personajes que describe son predecibles, egoístas y hermosos. Hay algo molesto en esa perfección a la que aluden los protagonistas, algo enfermizo en su relación (que fomenta el abuso y sometimiento total ante el ser “amado”). A lo largo de Luna Nueva, el segundo libro de la saga, la protagonista pasa más de la mitad del tiempo llorándole a Edward, piensa en el suicidio como el único escape factible.- Señala la psicóloga Alejandra Castañeda desde su página web.
Hemos llegado al punto en que no se sabe si Crepúsculo es una reproducción de la conducta o viceversa. Edward representa la belleza prohibida, Bella el títere que ha de consumirla. Su relación está cimentada en el aprisionamiento del “amor”, como si éste fuera aprehensible o un producto más para obtener en la era de la abundancia, en la cual lo que tenemos determina lo que somos.
El amanecer de una era crepuscular
Si uno teclea la palabra 'Crepúsculo' en los buscadores en línea alrededor de 751,000 páginas saltan a la vista en un instante. Ésta es una prueba más de que son pocas las personas que no tienen nada que decir acerca del tema. Existen muchas contradicciones en torno al fenómeno: unos afirman que ha venido a refrescar la imagen de los vampiros otros que a arruinarla. Pocos deducen que es una moda pasajera, muchos que llegó para quedarse. Hay quienes opinan que su contenido es un mal ejemplo para las relaciones juveniles y los que alegan que su trama retoma los valores perdidos de la sociedad.
Expertos en literatura lo denuncian como un producto mercadológico, la mayoría lo relacionan con el arte. No hay una postura fija, ni una visión unilateral. Sea lo que sea por lo menos ha logrado que, en un mundo de pensamientos estandarizados, resurjan los murmullos de la diversidad.
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NOTA:
Reportaje final de periodismo, como con todo lo que escribo, me gustó más la primera vez que lo leí. Personalmente, detesto la saga de Crepúsculo, por ello que me diera a la tarea de analizar el porqué de su éxito. Traté de ser lo más neutral posible, sin exponer mis puntos de vista, mostrando las diferentes perspectivas en torno al fenómeno y, como siempre, acabe condenando a la frivolidad de nuestra época.
viernes, 13 de agosto de 2010
Reportaje: El vampiro en la Postmodernidad
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