
Lo que no daría yo por volver a ver los techos de París o los callejones sobre los cuales se erigen sus edificios. Hay magia en los caminos del otro lado del mundo ¡Pero qué difícil es cansarse de la belleza a veces! Y por eso los techos de París se añoran como los recuerdos que caben en una canción. O las imágenes que revivimos en las avenidas. O las voces que se quedan colgadas en las ventanas de una buhardilla. O las sonrisas que dejamos de ver en el reflejo de lo que fuimos en una vida que hoy se sienta igual de ajena que la perfección de los tejados de una ciudad que alguna vez nos habitó.
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