
A veces olvido las telarañas en mis ojos, las sombras que los murmullos proyectan en invierno, la espera que voy tejiendo en uno que otro rincón. Cada árbol imprime pájaros en la ventana, desde su marco metálico a veces me invade la ilusión de alcanzar la luna manchada de nubes. Son noches en que mis dedos se impregnan de luciérnagas que mueren con cada palabra nacida. Instantes, algo así como nostálgicos, en los que mis pensamientos adquieren cualidades oceánicas; sin límites, ni arrecifes, ni niebla encallada, ni barcos embotellados, ni atardeceres Atlánticos, ni mariposas acuíferas. Sólo entonces permito que mi sonrisa con complejo mensajero navegue por horas en tu recuerdo marino. Lentamente, las lágrimas aladas se colorean de suspiros. Existen, por intervalos pausados, fragmentos de mí en el viento. Y lluevo(hasta flotar en calmas saladas, hasta ahogarme en tanta belleza, hasta agotarme de inmensidad, hasta hincharme de alegorías)hasta olvidarte.
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